Sobriety offers a new way to travel
The only annual novelty that happened in my family, apart from my birthday, was the arrival of the holidays. We used to go to the beach every year and the freedom the sea and the waves produced in me softened the anguish of having “special parents”, who did not love each other and who might even divorce.
With my adolescence and after the abuse, I lived in a public transport. A stranger began to touch me until he put his hand in my pants and got my first ejaculation. I discovered that the beach had many incentives apart from the waves: Remote paths where other men went in search of instant sex, tight and insinuating swimsuits to highlight the best of me, my sex.
Every trip I prepared with the family, either my parents or later, my wife and children always had the ingredient of morbidity, intrigue, flirting with lust. How many times I have refused to go to certain places simply because they lacked cruising areas or were too isolated from cities where I could act out.
In Recovery, the first noticeable difference to my family was that I improvised the daily route as well as the places to stop to eat, to rest, the attractions that were in the area. Before, it was a duty to anticipate what I would find in the places to visit. However, I lived them in my mind, not in my heart.
My children knew that they could not waste time playing or sneaking in the villages we visited. There was a strict schedule to fulfill, in order to complete the huge list of visits to places, restaurants, castles, beaches. It was a frenzy.
Now my wife says that the best is yet to come. In each trip we make, there are precious details that we didn’t see before. Surely, we stop visiting many charming monuments and places, but the magic of discovering with our feet the wonders of cities is worth it.
We will always have the opportunity to revisit what we have left to see. But it will be another day.
JC, Spanish intergroup
Viajando en Recuperación
La sobriedad ofrece una nueva forma de viajar
La única novedad anual que sucedió en mi familia, aparte de mi cumpleaños, fue la llegada de las vacaciones. Solíamos ir a la playa todos los años y la libertad que el mar y las olas producían en mí, suavizaba la angustia de tener “padres especiales”, que no se amaban y que incluso podían divorciarse.
En mi adolescencia y después del abuso, que viví en un transporte público. Un extraño comenzó a tocarme, hasta que metió la mano en mis pantalones y conocí mi primer orgasmo. Descubrí que la playa tenía muchos incentivos aparte de las olas: caminos remotos donde otros hombres iban en busca de sexo instantáneo, trajes de baño ajustados e insinuantes para resaltar lo mejor de mí, mi sexo.
Cada viaje que preparaba con la familia, ya sea con mis padres o más tarde mi esposa y mis hijos , siempre tenía el ingrediente del morbo la intriga y el coqueteo de la lujuria. Cuántas veces me he negado a ir a ciertos lugares simplemente porque carecían de áreas de cruising o estaban demasiado aislados de las ciudades donde podía consumir.
En Recuperación, la primera diferencia notable en mi familia fue que improvisé la ruta diaria, así como los lugares donde parar para comer, descansar y las atracciones que había en el área. Antes, era un deber anticipar lo que encontraría en los lugares para visitar. Sin embargo, los vivía en mi mente, no en mi corazón.
Mis hijos sabían que no podían perder el tiempo jugando o escabulléndose en las aldeas que visitamos. Había un horario estricto que cumplir, para completar la enorme lista de visitas a lugares, restaurantes, castillos, playas. Era un frenesí.
Ahora mi esposa dice que lo mejor está por venir. En cada viaje que hacemos, hay detalles preciosos que no vimos antes. Seguramente, dejamos de visitar muchos monumentos y lugares encantadores, pero la magia de descubrir con nuestros pies las maravillas de las ciudades merece la pena.
Siempre tendremos la oportunidad de volver a visitar lo que nos queda por ver. Pero será otro día.
JC, intergrupo español
